dissabte, 16 d’agost del 2008

Día 9: Split

Después de un desayuno de buffet normalito (nada comparable al del Holiday Inn) cogemos el coche para ir a Split, a 70 km. al norte de Makarska. Salimos a las 10. El viaje es muy plácido por la carretera que bordea la costa dálmata. En el cd suenan Melendi y Shakira (algo para ir cantando a gritos con las ventanillas abiertas).
Llegamos a Split, dejamos el coche en lo que nosotros pensamos que es cerca del centro, junto a un hospital y un supermercado en el que compramos agua y kefir (hoy es domingo pero el super abre de 8 a 13 horas, no me gustan nada las costumbres laborales de este pais). Caminamos más de 1 km. y vemos que la cosa va para rato, así que volvemos al coche y llegamos al centro de verdad, y muy cerca de él encontramos aparcamiento. La ciudad está tomada por heavy-metaleros que han venido al concierto que por la noche dan los Iron Maiden. Es curioso pues la mayoría de fans que vemos son jóvenes que casi no habrían nacido cuando los Maiden sacaron su último buen disco (en mi opinión, claro), Somewhere in Time.



Callejeando llegamos al mar, un paseo marítimo precioso, y desde allí conseguimos llegar al Palacio de Diocleciano, que es el corazón de la ciudad, un barrio en sí mismo, con casas dentro del mismo palacio.

Es curioso ver ropa colgando en fachadas de la época romana.



La ciudad está plagada de españoles, y todo está masificado. Comemos en una pizzeria en la que hace mucha calor (nos estamos acostumbrando a los locales sin climatización y en los que se permite fumar, algo de lo que huímos en Barcelona). Tras las pizzas vamos a por unos helados. Mientras los estamos pidiendo no faltan el típico par de marujas españolas metiéndose por el medio como si estuvieran solas, solo les falta meterse dentro del mostrador a probar todos los sabores. Los helados, por cierto, son los mejores del viaje, a la altura de los buenos gelatti italianos.
Buscamos un sitio para poder saborearlos y llegamos a la puerta del palacio donde se encuentra la estatua gigante del sacerdote Grgoriev de Nin, que defendió el poder dar la misa en croata. Dicen que tocar su dedo gordo da suerte, así que eso hacemos.


Despues de comer los helados pensamos que ya está bien de turismo cultural y nos vamos al coche para volver. Pensamos parar en las playas de Brelo, 14 km. al norte de Makarska, pero es completamente imposible, no hay donde dejar el coche. La costa dálmata en verano es un hormiguero de gente.




Acabamos durmiendo la siesta en el hotel, con el aire acondicionado.
Nos levantamos para cenar en el mismo hotel, un pescado que no está mal pero que tampoco es nada especial.
Después salimos a hacer unas fotos del anochecer en el puerto de Makarska.


Paseamos por el puerto, y la playa, y volvemos a acabar tomando unos cocktails en el sitio del día anterior (un kick in the balls y una piña colada, ésta muy buena).
Y a dormir que mañana toca madrugar para ir a Dubrovnik.

2 comentaris:

Marc ha dit...

Vaya tute mozos!!!Suerte que este año tenéis quince días más de vacaciones... que si no...jiji

Qué pena que todo estuviera lleno de gente, pues tiene una pinta... ya estoy pensando en que cuando sea tan mayor como vosotros me pegaré un viajecito como este!!!juasjuasjuas :p

Mireia-la sobrina graciosa!

Wambas ha dit...

Juas, a nuestra edad no aguantarás ni la mitad de lo que aguantamos nosotros : 4800 km. en coche, con policía chunga, carreteras chungas, calor insoportable y ciudades turísticas repletas de guiris. Una auténtica odisea. Y cuando la odisea acaba bien el viaje tiene aún más valor.
Un abrazo a la graciosa y al gracioso